La terrenalidad (ePub)

Hay ciertas ideas expresadas a veces con respecto al mundo, que son poco sólidas e irreales, y por lo tanto requieren un pequeño ajuste. Apliquemos la piedra de toque y tratemos de llegar a la verdad.

Ahora bien, este mundo nuestro es el lugar que Dios ha elegido para nuestra actual morada. Es Su mundo, está lleno de Sus obras, y hay mucho en él que es muy hermoso. ¿No deberíamos entonces, en cierta medida, considerarlo con favor? Seguramente nunca fue la intención de que lo miráramos con desagrado y desprecio, hablando de él con una condena generalizada; nuestro Dios nunca quiso que lo hiciéramos. Lo que sí quiso decir es que no debemos amar lo que es pecaminoso en el mundo. No debemos atarnos a sus malas costumbres, ni seguir sus malas prácticas, ni dejarnos arrastrar por sus locuras. Por eso nos advierte que no amemos al mundo (1 Juan 2:15).

Pero esto no es todo. Quiere decir más que esto: que no debemos dejarnos llevar ni siquiera por lo que es inofensivo en el mundo, como para amarlo en exceso. Porque en verdad hay muchas cosas en el mundo que, aunque no sean realmente dañinas, pueden llegar a serlo para nosotros; muchas cosas pueden robarnos el corazón y apartarnos del amor de Dios.

Tomemos, por ejemplo, nuestras ocupaciones diarias. Es muy correcto que nos ocupemos de ellas. El cristiano puede servir a Dios sin descuidar su vocación mundana. Más aún, es parte de su deber glorificar a Dios mediante una atención activa y celosa a la obra que se le ha encomendado, y hacerla de manera cristiana. Pablo nos pide que seamos "fervientes en espíritu, sirviendo al Señor", y al mismo tiempo que no seamos "perezosos en los negocios". También aprendemos de los Evangelios que cuando Juan el Bautista estaba predicando en el desierto, y las multitudes venían a escuchar su enseñanza, algunos publicanos o recaudadores de impuestos se adelantaron y dijeron: "Maestro, ¿qué haremos? ¿Y cuál fue su respuesta? ¿Les dijo: 'Debéis dejar vuestro empleo, si queréis ser verdaderos cristianos'? No, les dijo que lo siguieran, pero con mayor honestidad e integridad. No cobren más impuestos de los que el gobierno exige'. Su pecado anterior había consistido en hacer sus deberes mundanos de una manera malvada - su religiosidad futura debía consistir en hacer esos deberes de una manera santa.